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En Colombia hay más de 12,8 millones de personas que se ganan la vida desde la informalidad, mientras que la población con empleo formal corresponde a 10,2 millones. De acuerdo con la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Dane, en el trimestre comprendido entre marzo y mayo de 2024, la proporción de ocupados informales fue del 55,9%. En el caso de los hombres alcanzó un 57,9%, mientras que en las mujeres fue de 53,0%.
Estas cifras reflejan la realidad de una economía que está llamada a entender la informalidad, más allá de la estadística global, develando sus matices y los distintos sectores que componen la misma; conociendo las razones, las ocupaciones y la diversidad en ella; algo que solo es posible dimensionar con análisis detallados, que den luces para su estudio, comprensión y, en consecuencia, para el diseño de políticas públicas que propendan por la calidad de vida de quienes hacen parte de ella.
En el caso de las mujeres, por ejemplo, ha dicho el Dane que hay un aumento histórico de hogares con jefatura femenina en Colombia, que corresponde al 45,4% del total de 18 millones de hogares del país. Aquí habría que mirar, además, cómo están sobreviviendo estas mujeres en el día a día, gran parte de ellas en la informalidad, con cargas de cuidado altísimas y con una satisfacción en términos de ingreso, salud, trabajo, seguridad y tiempo libre más baja que los hombres. De hecho, el 43,2% de los hogares liderados por mujeres, abordadas por la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, indicaron que sus ingresos solo alcanzan para cubrir los gastos mínimos, y un 49,5% de ellas se considera en situación de pobreza.
Al deshilvanar cada uno de los renglones que componen la informalidad, bien sea por clase social, género, edad, etnia o ubicación geográfica, entre otros, se descubren características que al ser diferenciadas aportan al diseño de estrategias, que a mediano y largo plazo funcionen, antes que acudir a medidas paliativas o asistencialistas, fruto del desconocimiento o de la generalización. Para cerrar las brechas, primero hay que entenderlas, con datos. Esa debería ser una premisa innegociable para las organizaciones públicas y privadas del país.
En el estudio ‘La complejidad y la diversidad de la economía informal en Cali’, realizado por la Cámara de Comercio, la Universidad Icesi, el Observatorio de Políticas Públicas, Polis, y la Fundación WWB Colombia, se detalla una completa mirada a distintos actores que hacen parte de este sector, como las unidades subsistencia (embolador, vendedor ambulante, entre otros); las redes de proveedores independientes (ventas por catálogo o de marcas conocidas en el espacio público); los negocios tradicionales (tiendas, peluquerías), y las empresas en crecimiento (fabricación de productos exitosos o asociaciones de profesionales).
Una de las conclusiones que resalta el estudio es el escaso conocimiento sobre este sector económico, tanto a nivel conceptual como técnico. “El debate político, por lo regular, se ha centrado en los vendedores en espacio público o en los pequeños negocios que carecen de Registro Mercantil, pero reducir la economía informal a este tipo de trabajadores o a los requisitos legales no es solo trivializar su complejidad y diversidad, sino también desconocer su importancia en el aparato productivo”, señala.
Eso, además de precisar que la poca información técnica existente, que tiende a estar desactualizada, dificulta realizar intervenciones públicas focalizadas. “Un vendedor, un reciclador y una panadería de barrio son informales, pero cada uno de ellos tiene un nivel de informalidad distinto, y por ende requiere una atención diferenciada”, precisa el informe.
Asimismo, es importante resaltar que, según cifras del Dane, en Colombia cerca del 85% de los micronegocios son informales y generan el 79% del empleo nacional. Para el Banco Mundial (2021), esta economía aporta cerca de un tercio del PIB en países emergentes, lo cual no es para nada irrelevante.
Todos estos elementos, fruto de los esfuerzos interinstitucionales, tan necesarios en la comprensión de las dinámicas de la economía, aportan a la reflexión y a la construcción de políticas públicas que segmenten, profundicen y sean sostenibles. No se trata de estigmatizar la informalidad, se trata de insistir en la importancia y el valor de los datos para entenderla, aprovechar su potencial, comprender sus causas estructurales y abordarla de una manera integral.