El Presidente Gustavo Petro designó a tres indígenas en altos cargos de su gobierno, de los cuales dos son mujeres: Leonor Zalabata, una lideresa arhuaca que será embajadora ante la ONU, en Nueva York. Será la primera indígena en representar a Colombia en ese escenario históricamente ocupado por hombres blancos.
La segunda es Patricia Tobón, abogada de la etnia embera y quien fuera comisionada de la verdad, que pasará a estar al frente de la Unidad de Víctimas y quien se posesionó recientemente.
Para profundizar sobre qué dicen estos nombramientos de mujeres indígenas y sobre cómo estas etnias se están organizando para posicionarse frente al gobierno Petro, y sobre el lugar creciente de las mujeres en la representación indígena, la Silla Vacía entrevistó a Rosa Bermúdez, profesora de la Universidad del Valle y coordinadora del Grupo de Investigación en Étnicos y Raciales de esa universidad.
También a Jeanny Posso, profesora de la misma universidad. Ambas docentes son integrantes del Centro de Investigaciones y Estudios de Género, Mujer y Sociedad. Posso escribió el artículo “Las transformaciones del significado y la vivencia de la maternidad, en mujeres negras, indígenas y mestizas del suroccidente colombiano”.
Juntas hicieron una investigación, aún no publicada, sobre liderazgos de mujeres indígenas y fortalecimiento de la autonomía económica en Silvia, Cauca, que se hizo con el apoyo de la Fundación WWB, y que informa esta entrevista.
Los nombramientos de Leonor Zalabata y Patricia Tobón en altos cargos del gobierno Petro han sido interpretados como un símbolo ¿Qué simbolizan?
Primero, la importancia de la educación superior en los pueblos indígenas. El acceso a la educación superior es clave para entender las trayectorias de Patricia Tobón o de Leonor Zalabata. Ambas pudieron acceder a la universidad a estudiar carreras muy establecidas en el canon académico, como derecho u odontología, y eso posibilitó, en sus casos, romper dinámicas simbólicas y materiales asociadas a las mujeres indígenas.
Pero su llegada a esos cargos es importante como símbolo para las mujeres más humildes, pues les muestran un camino a seguir. Un equivalente a lo que ha pasado con Francia Márquez, pero en el mundo indígena. Estos cambios en la representación política tienen una incidencia grande y no visible en la vida de muchas mujeres jóvenes que configuran una ruta alrededor de esos referentes.
Pero estos casos son apenas la punta del iceberg de un dinamismo más grande que se ve en los últimos años con el liderazgo de mujeres indígenas y que Petro tuvo que escuchar. Por ejemplo, el Consejo Regional Indígena del Cauca tiene presencia en la política nacional con Aida Qilqué, indígena Nasa, que hoy es la vicepresidenta de la Comisión Primera del Senado. Y por el Pacto Histórico también llegó al Congreso Martha Peralta Epiayú, indígena Wayuu.
Y más allá de ellas, muchas mujeres indígenas han empezado a ocupar puestos en alcaldías, gobernaciones de cabildo (Como “Mamá” Luz Dari, que fue elegida Gobernadora del Cabildo de Guambía) entre otros roles que son expresiones de un dinamismo organizativo y de una presencia de las mujeres indígenas en distintos ámbitos de la política que hace diez años era impensable.
Paola Ochoa, periodista de Blu Radio, le preguntó a Leonor Zalabata si ella hablaba o no inglés, y muchos sectores interpretaron esto como una crítica a su calificación para ocupar ese cargo. ¿Qué piensa de esas objeciones?
Esa declaración de la periodista muestra la deconstrucción pendiente que todavía tenemos que hacer como sociedad sobre qué entendemos por gobernar y qué significa ocupar un cargo de gobierno; cuáles son los perfiles y cuál el camino del mérito que lleva a esos cargos.
El país no puede quedarse en la trivialidad de si la persona habla inglés o no en un cargo de esos. En eso hemos estado siempre: preguntándonos si alguien tiene los pergaminos, pero eso no ha evitado que se repitan una y otra vez los casos de personas que dicen que tienen las credenciales que muchas veces no tienen, y engañan para acceder a esos cargos: se inventan diplomas, hacen plagios, etc..
Por otra parte, Petro no nombró a estas mujeres por sus habilidades hablando inglés, sino por el aporte que pueden hacer desde sus culturas ancestrales, desde sus propias lenguas y conocimientos. Así que la señal que manda acá Petro es que esos saberes sí importan, como son sus conocimientos sobre el medioambiente, los derechos humanos y la resolución de conflictos.
Y en todo caso, estas mujeres, de hecho, ya hablan al menos dos idiomas, el de sus pueblos y el español, así ese bilingüismo no sea considerado importante en la organización del conocimiento actual.
Ustedes muestran en su investigación uno de esos casos de liderazgo femenino indígena, que es el de Mercedes Tunubalá en el municipio de Silvia, Cauca. ¿Por qué ese caso es representativo?
Porque muestra el triunfo de mujeres indígenas que llegan a ocupar cargos como alcaldesas elegidas por voto popular. No siempre es claro el peso que este símbolo tiene, pero antes de 2019, no había en el país alcaldesas indígenas democráticamente elegidas.
El cambio fue que en las elecciones locales de ese año ganó la alcaldía de Silvia, Mercedes Tunubalá, o “Mamá” Mercedes. Ella entró por el movimiento AICO, que es el Movimiento de Autoridades Indígenas de Colombia. Este movimiento fue creado desde 1978, pero participó de elecciones en 1991, como expresión política del Consejo Regional Indígena del Cauca, que tradicionalmente ha puesto senadores indígenas hombres.
Mercedes estudió economía en la Universidad del Valle, una carrera con una gran carga masculina. Fue integrante del Cabildo Indígena de esa universidad (que es un órgano de representación étnica allí), pero también se ha preparado en las instancias técnicas de la política.
Fue asesora del Departamento Nacional de Planeación y de dos senadores indígenas elegidos por AICO: el Taita Lorenzo Muelas y Marceliano Jamioy.
Como ella, también en las elecciones locales de 2019 fue elegida como alcaldesa Aura Cristancho Tegria en Cubará, Boyacá.
Aura es indígena de la comunidad Uwa y llegó por una coalición que juntaba al MAIS, al Partido Verde y al Partido Liberal. Con Mercedes, son las dos primeras mujeres indígenas que han sido elegidas alcaldesas por elección popular y no por delegación. Pero el caso de Mercedes Tunubalá es diferente porque ella viene del mandato de su pueblo Misak. Eso es lo novedoso del caso de Mercedes, que no llegó en coalición con partidos tradicionales, sino como la candidata que buscaban los indígenas.
¿Qué es lo que hace especial a Silvia, Cauca, para que justo allí surja este liderazgo indígena?
Silvia es un municipio indígena por excelencia del Cauca, que a su vez es un departamento con una presencia muy grande de esta población: el 20% es indígena. En Silvia hay seis resguardos y tiene cuatro pueblos que habitan el territorio: el Nasa, el Kisgo, el Ambaló, y el Misak, que es el más emblemático y el que está más difundido. Para 2018, el 84% de la población del municipio se reconocía como indígena.
También es un municipio con una jefatura femenina grande. En 2005, el 21% de los hogares era liderado por una mujer. Pero, para el censo de 2018, esta cifra subió y ahora es el 34%, con lo que uno de cada tres hogares tiene una jefa mujer en Silvia. Aunque a esto se le suma un contexto de bajos niveles educativos: apenas el 43% de la población tiene básica primaria como máximo grado alcanzado, con lo que hay mucha vulnerabilidad socioeconómica.
¿En torno a qué causas se han organizado esos liderazgos femeninos?
Las mujeres se organizan alrededor de necesidades prácticas como la educación de los hijos, la seguridad alimentaria y la generación de ingresos para satisfacer las necesidades de la familia.
Pero también para poner sobre la mesa problemas al interior de sus comunidades. Por ejemplo, hay mujeres que manifiestan ser víctimas de violencia de género, y acuden en busca de ayuda a esas reuniones en las que se juntan para hablar de otros temas, pero encuentran allí la oportunidad de poner esas preocupaciones que generaciones más jóvenes de indígenas empiezan a señalar más claramente.
Paralelo a esas causas, hemos visto un proceso muy interesante de dinámicas organizativas de mujeres que se alejan de las instancias indígenas tradicionales como son el cabildo, y que constituyen sus propios grupos alrededor de una actividad ancestral, como el tejido. De ahí salen organizaciones de mujeres tejedoras que intentan abrirse un camino en la actividad económica alrededor de este oficio, pero que también les permite juntarse para hablar de temas de mujeres.
Fue en ese contexto de asociaciones de mujeres artesanas que en Silvia se han propuesto en los últimos dos años una política de mujer, la construcción de la Casa de las Mujeres Empoderadas, en la que se les da formación en administración, artesanías y una ruta de atención frente a violencias. Todos esos parecen logros pequeños, pero son cosas que en muchos municipios de ese tamaño no hay. Por ejemplo, en Cali tomó dos años que se aprobara la actualización de la política de mujeres de la ciudad.
¿Qué resistencias encuentran esas organizaciones indígenas de mujeres en su contexto cultural?
Lo que hemos visto en Silvia es que todo el tiempo las mujeres Misak dejan saber que ellas están de la mano con sus hombres, con sus parejas, y les piden consejo en algunos temas. Esto en una cultura en la que, como cuento en un artículo, se valora mucho la estabilidad de la pareja a lo largo de distintos ciclos vitales. En las reuniones de mujeres, muchas veces ellas llegan con sus maridos, aunque poco a poco han ido ganando espacios autónomos. Y es que la estructura familiar de los Misak privilegia a los hombres, pues son ellos quienes heredan tierra o ganado.
Esta presencia tan importante de los hombres en muchas de estas iniciativas obedece en parte a una tradición de la cosmovisión Misak y de otras comunidades indígenas de hablar de armonía como el mayor logro social, algo que se traduce en un intento de alcanzar la armonía entre hombres y mujeres en sus relaciones. Esa es la categoría que por excelencia utilizan para referirse a las relaciones entre sexos.
Incluso cuando hay violencia, su perspectiva es entenderla como una expresión de una desarmonización, por lo que la respuesta a un hecho como estos es desarrollar un proceso de sanación que permita recuperar la armonía, sea desde los refrescamientos, la medicina tradicional o el mambeo de coca, que sirven para volver a armonizar el entorno y las relaciones.
Esto tiene implicaciones en los liderazgos de mujeres indígenas en Silvia. En el mundo indígena es común que cuando los hombres ocupan los cargos, las mujeres los apoyan acompañándolos a las reuniones, haciendo la comida. Ahora que llegan estas mujeres a cargos públicos, suelen ir los esposos a acompañarlas, aunque sin cocinar. No es lo ideal, pero hace parte del ejercicio de apoyo y acompañamiento que se dan. En algunos casos ejerciendo control, seguramente sí, pero es un ejercicio de liderazgo femenino que parte de su propia cosmovisión.
¿Cómo se relacionan esos liderazgos locales de mujeres indígenas con los movimientos más grandes?
Una causa común que tienen las agrupaciones de mujeres indígenas y los movimientos indígenas más grandes, como la Organización Nacional Indígena de Colombia, es la defensa de la Constitución de 1991, que abrió las puertas al reconocimiento de un país étnicamente diferenciado.
Ahí hay una conexión entre estos liderazgos, que tienen continuidad en una trayectoria de reivindicación de derechos de los pueblos indígenas. Un tema que también se ve en el discurso de Patricia Tobón y de Leonor Zalabata, quienes pondrán esas sensibilidades y experiencias en el centro de la gestión en sus cargos.
Pero más allá de esta generalidad, a finales de julio se hizo un encuentro de la Asamblea de Pueblos Originarios, una reunión de distintos pueblos indígenas que discutían puntos que estos pueblos le pedían al gobierno de Gustavo Petro. De ahí salió un documento en el que ellos se comprometen a apoyar la agenda del nuevo gobierno, pero le piden un capítulo indígena en el Plan Nacional de Desarrollo, y que impulse las Entidades Territoriales Indígenas que quedaron en espera de reglamentación.
Esta agenda de demandas no necesariamente es la misma de la causa de las mujeres artesanas, que están enfocadas sus contextos locales y de sus familias, aunque los grupos de mujeres indígenas le han dado el apoyo a Petro y han celebrado sus designaciones, como lo dicen las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe (el territorio del gran pueblo, en Cauca).
Finalmente, ¿hay una conexión entre el liderazgo de las mujeres indígenas que ustedes han estudiado en Cauca con los nombramientos de Tobón y Zalabata?
Hace dos años, cuando comenzamos la investigación, lo que había en materia de mujeres indígenas en el poder era una alcaldesa indígena en Cauca y estos procesos organizativos de mujeres artesanas, pero no una indígena en la ONU o en la dirección de Víctimas. Por eso es un paso grande el que ha dado Petro, pero todavía está por verse cómo se conectan estas designaciones muy visibles con los movimientos indígenas y sus intereses más concretos.
Esa conexión no está dada, y hay muchas expectativas sobre si ocurrirá, precisamente en un gobierno que los indígenas ven como una oportunidad histórica para tener una presencia más fuerte en la política.
Lo que está por verse es si en el gobierno Petro esta presencia más clara pasará del plano simbólico que ya ha logrado, y se acompañará también de presupuesto y política, para que el reconocimiento sea real.