¿Por qué y para qué un Día Internacional de la Niña? Porque ellas son mucho más vulnerables que los niños. Índices de mortalidad de niñas más altos que los de niños en sus primeros años de vida; matrimonios forzados con hombres adultos; embarazos en adolescentes fueron realidades que la Fundación Plan detectó en zonas vulnerables y por las que en 2011 el Gobierno de Canadá planteó a la ONU la necesidad de dedicar una fecha especial para visibilizar esas problemáticas y propender por el derecho de las niñas a un desarrollo armónico y equilibrado.
No se sabe por qué se eligió el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña, pero en 2012 lo conmemoraron por primera vez, con una coincidencia: el día anterior, 10 de octubre, fue baleada Malala, la niña paquistaní de 14 años defensora del derecho de las niñas a la educación en su país. “Ella es el ejemplo viviente de la necesidad de conmemorar este día”, dice Gabriela Bucher Balcázar, directora ejecutiva de la Fundación Plan Colombia.
Carolina Cediel, psicóloga de prevención de violencias contra las mujeres de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Bienestar Social de la Alcaldía de Cali, coincide en que la fecha busca mostrar las brechas en posibilidades de desarrollo entre niñas y niños. Por ejemplo, se empezó a cuestionar, ¿por qué las tasas de violencia sexual contra las niñas menores de 14 años van en aumento? “Es un indicador de alarma. Por lo tanto, no es una celebración”, dice.
Gabriela atribuye estas brechas de inequidad con las niñas a que cultural e históricamente se le imponen a la mujer las tareas domésticas y el servicio y se les limita la participación en lo público. “Es algo así como si lo de la mujer es el servicio, es mejor que empieces desde niña”, explica. Entonces pierden tiempo para estudiar, jugar, crear, y las ponen en desventaja ante la sociedad y los niños. En cambio, si hay labores de fuera de casa, se las asignan a ellos.
Ese fue el mensaje de Juliana este lunes en Bogotá. Que se entienda la importancia de ser niña. Que no hablen más de sexo débil, que el potencial y las capacidades que tenemos son muchas y pueden servir a la sociedad. Juliana, una caucana de 16 años, fue invitada por la Fundación Plan con seis más de otras regiones del país, a participar en la conmemoración del Día Internacional de la Niña, establecido por la ONU para el 11 de octubre desde 2012.
La invitación le llegó gracias a su participación en los proyectos ‘Usa tu cuerpo para construir paz’ y ‘Aportando a la paz’. Allí aprendió a expresarse libremente y a tomar decisiones importantes para su municipio. Gracias a ello, el domingo pasado abordó por primera vez un avión que la llevó a Bogotá, también por vez primera, pero seguro no será la última. Juliana quiere ser ministra de Educación.
Logros y sueños que concibió gracias a la labor de la Fundación Plan, una entidad que lleva 54 años en Colombia y más de 60 en 70 países del mundo, realizando acciones enfocadas en los derechos de los niños.
Embarazo adolescente
Una problemática que frustra el normal y pleno desarrollo de las niñas es el embarazo adolescente. Aunque se ha logrado reversar la tendencia en el país, el hecho de que 1 de cada 5 adolescentes es madre o está embarazada, es una cifra demasiado alta. Más escandalosa aún es la de 5000 nacimientos en menores de 14 años, en 2015.
Ana Carolina Quijano, asesora de Equidad de Género de la Alcaldía de Cali, dijo que una de las principales afectaciones son los embarazos de niñas entre los 10 y los 14 años, que han aumentado, según el reciente foro de la Secretaría de Salud de Cali.
“Una niña con un bebé entra con desventajas a la sociedad porque cómo va a estudiar, a trabajar, a cuidar ese hijo, con esa responsabilidad tan grande a tan temprana edad”. Esa situación la ata a un círculo de pobreza quizás mayor que en el que creció.
La asesora ilustra que el 70 % de las niñas con un embarazo antes de los 14 años, tiene altas probabilidades de ser madre por segunda vez antes de los 20 años. Y esas estadísticas gritan que los hombres que las embarazaron están entre los 17 y los 23 años de edad, es decir, que se configura un abuso sexual, tipificado como un delito por la ley colombiana en menor de 14 años.
Edad límite que los especialistas coinciden en calificar como una “gabela” que da la ley, al exceptuar como delito los embarazos de las niñas entre los 14 y los 18 años, con el argumento de que fue “consensuado”.
El territorio donde más se violan los derechos de las niñas es en su cuerpo y en su integridad. Del total de casos de abuso sexual en el país, el 83 % son niñas. “No significa que no pase con niños, pero ellas son más vulnerables a esta amenaza”, dice Ana Carolina.
Con el agravante de que además del abuso y/o violación, sus vidas que empezaban a florecer, se ven frustradas por un embarazo no deseado y que no saben cómo asumir. Y siguen más limitaciones, como el acceso a la salud.
Por ejemplo, para este caso, la ley colombiana ofrece la interrupción voluntaria del embarazo, IVE, en la segunda causal (abuso y/o violación). Pero se chocan con otras barreras como la objeción de conciencia que interponen los médicos para practicar la IVE, incluso para darles la información.
“Hay médicos que ni siquiera les explican la ruta a seguir, qué acciones pueden emprender. Es una información que no se puede dar con prejuicios porque una niña con un bebé antes de los 14 años, tiene una incidencia social, cultural y económica muy fuerte en la sociedad”, explica Ana Carolina.
Sin modelos de liderazgo
La asesora añade que las estadísticas muestran que si las niñas son educadas con equidad de género, es decir, respetando todos sus derechos y dándoles oportunidades para su desarrollo integral, el PIB puede alcanzar un crecimiento hasta del 2,8 % más.
Más grave aún, señala Gabriela, es que las niñas en Colombia no tienen demasiados modelos de liderazgo femenino para sobrepasar barreras, para que esas niñas se proyecten en ellas y sueñen ser como ellas o superarlas.
Entonces, el potencial y capacidades de las niñas quedan frustrados. Un ejemplo, la representación en el Congreso de la República no es equitativa: solo el 20 % de los congresistas son mujeres.
“Buscamos desarmar esos estereotipos para que la maternidad no sea la única opción que se le presenta como realización y cuestionar esos modelos para que ellas tengan la libertad de elegir el camino que quiera”, explica Gabriela. La directora ejecutiva de la Fundación Plan cuenta que abundan las capacidades de las niñas: “Recuerdo una niña del norte del Cauca que llevamos al Congreso el año pasado, retó a los senadores a crear un sistema mediante el cual una niña pueda realizar su sueño de ser congresista”.
¿Qué hacer? “Es importante que ellas mismas sean conscientes de cómo una sociedad puede beneficiarse de estos liderazgos e igualmente escuchar esas voces de los territorios tradicionalmente excluidos”, afirma Gabriela.
“De ahí la campaña de Casa Matria Todas las Niñas Todos sus Derechos busca visibilizar que ellas son sujetos de derechos desde que nacen y hacer un reconocimiento del valor de las niñas en una sociedad, concluye su directora Mabel Pastrana.
Exclusión y violencia empiezan en casa
“Cambiar esos estereotipos empieza por casa”, dice Juliana, la adolescente caucana que participó ayer en Bogotá en el foro nacional del Día Internacional de la Niña. En cosas tan simples como repartir equitativamente los oficios de la casa entre niños y niñas, darles el mismo trato e iguales prioridades en el hogar, aconseja la joven.
Carolina Cediel, psicóloga de prevención de violencias hacia mujeres de la Secretaría de Bienestar Social, dice que implica cambiar los roles y funciones que históricamente la sociedad le ha endilgado a la mujer, no cuando es adulta, sino desde niña. Como los oficios domésticos o cuidar a los hermanitos más pequeños, familiares enfermos, ancianos o discapacitados, que en Colombia llega al 55 %.
Esa actitud las va perfilando para cuando sea adulta, desempeñarse en el ámbito de lo privado, es decir, en el hogar, limitándole su participación en el escenario de lo público, indica Ana Carolina Quijano: “La participación ciudadana no es algo que se les enseñe desde pequeñas, entonces, las que llegan, llegan tarde”.
Además, esto es un problema cultural que las “prepara” para el trabajo infantil, en especial, a las niñas indígenas y afro, como empleadas domésticas.
Pero lo cultural no se trabaja con normas y leyes, sino con transformaciones sociales, dicen ellas. Por ejemplo, cuando se indaga a la familia sobre un embarazo adolescente, hay adultos que lo justifican: ‘es que ella es una mujer’. “No se puede encasillar a una menor de 14 años como mujer, porque solo es una niña que necesita protección”, refuta Ana Carolina Quijano.
También el abuso sexual se presenta en el mismo hogar, y muchas veces va asociado a la pobreza. En la mayoría de los casos el agresor es integrante de la familia, vive bajo el mismo techo e incluso, es conocido por la madre.
Sin embargo, Cediel aclara que no se puede juzgar a estas madres, también víctimas de violencias física, psicológica, económica, sexual y hasta patrimonial. “Son violencias sistemáticas que se repiten tanto, que se naturalizan y las mujeres terminan por creer que eso es normal”, opina.
Y aunque hay leyes que protegen a la mujer, añade que una cosa es lo que dice la ley y otra la realidad, porque la sociedad justifica las violaciones y no genera suficiente protección a las niñas, e incluso a las mujeres adultas.
Janeth Pérez, coordinadora de equidad de género de la Asociación Edupar, sostiene que el abuso sexual es lo más peligroso porque se comete en su misma casa, por sus propios familiares que ejercen juegos de abuso de poder y las niñas y las mamás son chantajeadas y manipuladas. “Las madres callan para no ser abandonadas por estas parejas”, así sean abusadores, maltratadores o violadores, porque son los proveedores.
Entonces, la tarea es desnaturalizar esas violencias, no justificar ningún tipo de agresión contra las niñas de hoy, que mañana serán mujeres. O las mujeres de hoy, que ayer fueron niñas y que perpetúan esas espirales de abuso donde las niñas quedan atrapadas.
Por ello, en la línea 106 de atención para la infancia, que financia la Secretaría de Desarrollo Territorial y Bienestar Social, y opera Corpolatin, el mayor número de llamadas son de niñas. “Ellas que piden ayuda, buscan apoyo y orientación, cuando son víctimas ellas de violencia sexual o física, pero sobre todo, cuando sus mamás también la sufren”, puntualiza Janeth.
“Todo este entorno afecta a futuro el desarrollo de la niña porque incidirá en la forma cómo construye pareja y familia cuando sea adulta”, advierte Ana Carolina Quijano.
La secretaria de Educación, Luz Helena Azcárate, enfatiza que en familias de pocos recursos, las niñas sufren más desnutrición que sus hermanitos varones. A estos les dan la alimentación más sana y las porciones más grandes, con la idea de que “ellos gastan más energía” o les sirven primero, porque la niña puede esperar. “Desde allí se la está condicionando para que aguante, a que sea la más débil”, señala Janeth. Y si se enferman, no las llevan al médico, sino que les dicen: ‘Tienes que ser fuerte’, reforzando esa vocación de sacrificio.
Si el acceso a la educación es difícil, se privilegia al niño porque creer que los hombres son más inteligentes y que las niñas “sirven” más ayudando en la casa. Azcárate señala que está demostrado que cuando se educa a una niña, se están dando mayores posibilidades para que una famiia salga de la pobreza, porque los mejores ingresos que consigan a mejor capacitación, lo va a invertir en su familia. “Educar a una niña es mucho más rentable en ingresos, salud, en mejoramiento de las condiciones sociales. No significa que no vamos a educar a los niños”, enfatiza la funcionaria frente a que persisten creencias erráticas de para qué dar educación a una mujer, si se va a casar y la inversión se va a perder.
En toda esta cadena de errores, la mujer va creciendo condicionada a que solo sirve para oficios menores. Y así mismo, elige carreras de servicio social, limitando su acceso a profesiones mal llamadas de hombres. Eso limita su proyección, su desarrollo personal y su movilidad social.
En estas condiciones en sus propios hogares, las niñas son presa fácil para los grupos armados y para los traficantes de explotación sexual. La simboliza Belky, protagonista de la telenovela La Niña (Canal Caracol), basada en la historia real de una niña que cuida a su hermano, y cuando la guerrilla se lo va a llevar, ella se ofrece para ser reclutada en su reemplazo. “Mi papá lo necesita a él para trabajar la tierra”, argumentó a sus 8 años.
La tragedia de los menores en el conflicto no es ficción de un guionista, sino una cruda verdad en las zonas de confrontación armada. Son muchas Belky afectadas por los actores armados del conflicto.
No al amor romántico
En el día y mes del Amor y la Amistad, Casa Matria emprendió una campaña para desmitificar ese amor romántico que la sociedad y la familia enseñan desde niña a la mujer y que tiende a tolerar todas las violencias al género femenino.
“Desde la infancia nos dicen que hay que esperar el príncipe azul, que las mujeres tenemos que ser salvadas por alguien más, que hay que amar sin condiciones y todo eso es erróneo”, dice Carolina Cediel.
La campaña busca decirles que tienen que valorarse, autocuidarse, autoconocerse, buscar espacios propios, ejercer sus derechos. Ha impactado a más de 1000 niñas de más de diez colegios públicos de Cali, mediante talleres pedagógicos.
En redes sociales, en su primer día de lanzamiento ya tenían millón y medio de tweets y 1200 seguidores.
Mabel Pastrana, directora de Casa Matria, dice que la Secretaría de Salud está realizando acciones con el grupo de salud reproductiva y el de servicios amigables para jóvenes y es así como ha reducido el embarazo adolescente en más de mil casos desde 2005 hasta ahora. Ahora, Cali es la capital con menor tasa de embarazo adolescente en Colombia.
Y la Secretaría de Educación Municipal trabaja para que las niñas no se queden sin estudiar y que tengan mejores oportunidades de desarrollo de sus potencialidades con los programas de las jornadas únicas ampliadas, que articula las acciones de las secretarías de Salud, Cultura y de Deporte y Recreación, con equipo sicosocial para acompañar a las niñas y a sus mamás en once comunas: 2,3, 6, 7, 13, 14, 15, 18, 20 y 21. De estas, la comuna 15 es donde más coinciden diversos tipos de violencias contra niñas y mujeres, como los feminicidios, según el Observatorio del Delito del Instituto Cisalva.
Ana Carolina Quijano remata diciendo que “el gran reto es incorporar a los hombres al proceso y hacerles comprender que un embarazo adolescente es su responsabilidad”, porque la niña no se embarazó solita.
Fuente: Elpais.com.co